Los Ángeles.- Al tomar el relevo de París 2024, Los Ángeles inicia un viaje de cuatro años con el objetivo de celebrar unos Juegos Olímpicos memorables. No obstante, para lograrlo debe superar un gran obstáculo: ¿es viable una metrópoli sin coches para 2028?
Frente a la enorme tarea de prevenir la congestión vehicular, una escena común en la vida diaria de Los Ángeles, la alcaldesa de la futura ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos, la demócrata Karen Bass, ha prometido llevar a cabo el monumental desafío de presentar unos Juegos Olímpicos sin la dependencia de los automóviles.
Con una población que supera los 3.8 millones y un sistema de transporte aún en desarrollo, el coche personal se mantiene como un medio esencial para moverse por las distintas áreas y localidades que componen el corazón de la industria del entretenimiento, las cuales han sido integradas a la metrópoli en años recientes.
Entonces, ¿cómo prevé Bass alcanzar su meta, si es que es posible?
El resurgir del transporte público
La ciudad ha estado preparándose desde hace tiempo para el evento deportivo que la espera. Eventos próximos como el Mundial de 2026 y el Super Bowl de 2027 generan aún más necesidad de que el sistema de transporte público amplíe sus capacidades y se establezca como una verdadera alternativa.
Uno de los principales desafíos será conseguir que, en los próximos cuatro años, una población acostumbrada al coche decida adoptar el transporte público o la bicicleta como medios principales, según indica el analista de asesoramiento en tránsito Ian Lowell a EFE. Pero esta transición no será fácil.
Al igual que otras metrópolis en Estados Unidos, Los Ángeles está diseñada para favorecer el uso del automóvil como el medio más rápido y eficaz, lo que significa que muchas personas “optarán por utilizarlo” para moverse de un lugar a otro, según informa a EFE el director del Programa de Investigación del Instituto de Estudios del Transporte (ITS) de la Universidad de California, Jacob Wasserman.
Frente a la previsión de una gran afluencia de público para estos eventos, “deberá existir una alternativa al uso del coche propio” ya que la capacidad de aparcamiento será limitada o algunos estacionamientos estarán cerrados por motivos de seguridad, añade.
Por lo tanto, “los encargados de planificar el transporte contemplan las Olimpiadas como una oportunidad para expandir la red ferroviaria”, sostiene Wasserman.
La histórica transformación de 1984
Los Juegos Olímpicos de 1984 sirven de precedente, en un momento en que la urbe estaba en plena expansión y ya era reconocida por sus frecuentes congestiones de tráfico. “En aquella época, Los Ángeles no tenía un sistema ferroviario”, lo que obligó a realizar importantes esfuerzos para gestionar el flujo de personas, especialmente en las zonas de competencia.
El entonces alcalde, el demócrata Tom Bradley (1973-1993), estableció un extenso sistema de autobuses que funcionó temporalmente para trasladar a la gente entre las diferentes sedes.
Desde aquellos Juegos, Los Ángeles ha experimentado cambios significativos, contando ahora con una red de ferrocarriles y metro más amplia. Desde 1984, el transporte público se ha expandido para conectar importantes áreas de la región con algunas sedes, y varías líneas ya están siendo extendidas específicamente para los Juegos Olímpicos. Un ejemplo de ello es la línea D de metro, que se espera que para 2027 conecte una de las áreas más transitadas de la ciudad con la Villa Olímpica de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
A pesar de ello, aún hay mucho trabajo por hacer y la ampliación de la red de transporte público continúa siendo un desafío para esta gran ciudad, dado que “las sedes están dispersas por diferentes áreas” y resulta difícil interconectarlas, menciona Wasserman.
El compromiso de Bass de seguir el modelo de Bradley se enfrenta, sin embargo, a otro desafío: su posible reelección como alcaldesa para presenciar la inauguración de los terceros Juegos Olímpicos que acogerá Los Ángeles, después de los de 1932 y 1984.
Bass inició su mandato en 2022 y hasta las elecciones de 2026 su puesto está asegurado. Al terminar su legislatura, deberá someterse a un proceso de reelección que, en caso de no ser favorecedora, podría poner en riesgo su promesa de una ciudad libre de autos.
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